VIERNES SANTO
El Viernes Santo es una de las principales celebraciones del catolicismo. Este día se conmemora la Muerte de Jesús de Nazaret.
La Semana Santa llega a uno de sus días más trascendentales, en el que son numerosas las manifestaciones tradicionales de devoción popular por parte de los católicos.
En muchos lugares se conmemora el Viernes Santo con el rezo del Vía crucis.
¿Qué se conmemora el Viernes Santo?
Volvemos a vivir con Jesús su Pasión: la aprehensión, interrogatorios, flagelación, coronación de espinas y la crucifixión.
Este día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: su aprehensión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.
En aquel entonces, la crucifixión era la ejecución más cruel y degradante que se conocía. Un ciudadano romano no podía ser crucificado. La muerte sobrevenía después de una larga agonía.
Jesús en la cruz, con un sufrimiento físico y moral muy grande, fue capaz de perdonar a los que lo ofendieron.
Las “siete palabras" de Jesús son el testamento que nos deja al morir y emprender su partida al Padre:
• Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
• En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
• Mujer ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre.
• Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
• ¡Tengo sed!
• Todo está cumplido.
• Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Desde la cruz, Jesús nos termina de dar su mensaje de amor y salvación dejándonos a su Madre y enseñándonos a perseverar hasta el final. El sacrificio de la cruz se vuelve a vivir en cada Eucaristía, por medio de ella, Jesús sigue vivo y permanece con nosotros.
El Viernes Santo lo conmemoramos con un Via Crucis solemne y con la ceremonia de la Celebración de la Pasión del Señor en la que se hace la adoración de la cruz.
El Triduo pascual:
Se llama triduo pascual a los tres días formados por viernes, sábado y domingo.
Por la mañana del viernes de la Semana Santa, se realizó el juicio de Cristo.
Los jefes del pueblo lo presentaron a Pilato, y éste, después de mandarlo azotar, lo condenó a morir crucificado.
Después de caminar por la “Calle de la amargura”, Jesús salió de la Ciudad y llegó hasta el monte llamado Gólgota, Gabattá, Monte de la Calavera o Calvario, llamado así por ser lugar de suplicio.
Jesús fue crucificado hacia las 12 del día y permaneció en el suplicio hasta las 3 de la tarde, hora en que murió.
José de Arimatea hizo los trámites para obtener el permiso de bajar el cuerpo de Jesús. Con la ayuda de Nicodemo, el apóstol San Juan y algunas otras personas cercanas condujeron al sepulcro, un poco antes del atardecer, el cuerpo de Cristo.
Según las normas judías de la Pascua, estaba prohibido “trabajar” el viernes cuando el sol se ocultaba y daba inicio el sábado, día santo para los judíos.
Por esta razón las santas mujeres (María la madre de Cristo, María la de Cleofás, María Magdalena y las otras mujeres que les acompañaban) no tuvieron tiempo para embalsamar el cuerpo de Jesús.
Tuvieron que esperar hasta las primeras horas del domingo para regresar con los bálsamos de mirra al sepulcro.
miércoles, 30 de marzo de 2011
martes, 29 de marzo de 2011
Tema 7 ¿son compatibles ciencia y religión?
Desde el Renacimiento se venía produciendo un distanciamiento entre el Mundo Moderno y la Religión. Los profundos cambios de los s. XVIII y XIX trajeron consigo tensiones entre quienes daban prioridad a la fe sobre la razón y viceversa. A ello contribuyeron mucho el Empirismo y el racionalismo . Se seculariza la sociedad, se seculariza el arte. Es cierto tambien que la relación entre Fe y Razón ha estado presente en muchos momentos de la Historia del pensamiento, con encuentros y desencuentros.A partir del caso Galileo, y sobre todo, la Ilustración, es cuando se evidencia más este distanciamiento. La fe ciega en el progreso, la razón como única norma y camino para llegar a la verdad, y el desprecio del pasado, chocan frontalmente con la razonabilidad de la fe. Hay grandes científicos o artistas creyentes, que ha sabido conjugar su fe en Dios y en la humanidad y sus investigaciones científicas.Es posible aceptar la idea de la ciencia y mantener una postura religiosa, sin ser incoherentes y poco hosnestos. Hasta Michel Faraday, el mejor físico experimental de la historia, da fe de ello.Hay tambien científicos que deciden apartarse de la fe. El mismo Stephen Hawking en su libro "El Magnifico Designio", parece afirmar que el mundo puede explicarse sin apelar a un Dios creador.La fe no puede tener miedo a la ciencia. Cada uno en su campo, Fe y Ciencia,deben de complementarse, deben de contribuir al conocimiento de la VERDAD y ponerse al servicio del ser humano.. Alguien dijo.." la fe sin ciencia es coja, y la ciencia sin fe es ciega.." La misma Teoría del Big Bang fue por primera vez elaborada en 1927 por un sacerdote católico y astrofísico, el abate Georges Lemâitre(1894-1966). Este sacerdote belga afirmaba en 1927 la expansión total del universo, cosa que dos años más tarde descubriría Edwin Hubble. En 1931 sostenía que el universo se originó en la explosión de un átomo primigenio, que muy pronto se conocería con la imagen del BIG BANG.Científico y creyente, Lemâitre sería presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias
Cualquiera de nosotros, en algún momento de su vida ha tenido que enfrentarse al Caso Galileo, como un reproche dirigido contra los cristianos en general y contra la Iglesia en particular. El caso Galileo pertenece a ese pequeño canon o lista de argumentos que se emplean contra ella, en la que además figuran, las cruzadas, la inquisición, las riquezas del Vaticano y otras cosas similares. Es parte de las «Leyendas negras» de la Iglesia, con las que tenemos que lidiar habitualmente. Un pequeño test, llevado a cabo por un profesor de matemática en una universidad estatal entre sus estudiantes, revelaba los siguientes resultados: a un cuestionario sobre el caso Galileo, el 15% no era capaz de decir por qué fue condenado Galileo; el 30% no sabía por qué movimiento de la tierra (rotación o traslación) e condenado; algunos creían que Galileo murió en la hoguera, y el 20% que acabó sus días en una prisión de la Inquisición. La mayoría pensaba que la historia no tenía ya interés hoy. Esto permite comprender el alcance del caso Galileo, en el que, al problema estrictamente científico y epistemológico, se añaden muchos otros factores, sin excluir los personales, que hacen de este caso uno de los momentos más apasionantes de la historia de la humanidad, en el que se toca con la mano uno de los problemas centrales del hombre: la relación entre la fe y la razón, entre la Iglesia y la ciencia.
CIENCIA Y RELIGIÓN
¿SON COMPATIBLES CIENCIA Y RELIGIÓN?
SIGLOS XVII - XIX
CIENCIA Y FE
CIENCIA Y FE. DIÁLOGO
CASO GALILEO
LA IGLESIA Y LA CIENCIA: GALILEO
EL ORIGEN DEL UNIVERSO
EL ORIGEN DEL HOMBRE
GALILEO Y JUAN PABLO II
COMPRUEBA LO QUE SABES
SER CRISTIANO HOY
Cualquiera de nosotros, en algún momento de su vida ha tenido que enfrentarse al Caso Galileo, como un reproche dirigido contra los cristianos en general y contra la Iglesia en particular. El caso Galileo pertenece a ese pequeño canon o lista de argumentos que se emplean contra ella, en la que además figuran, las cruzadas, la inquisición, las riquezas del Vaticano y otras cosas similares. Es parte de las «Leyendas negras» de la Iglesia, con las que tenemos que lidiar habitualmente. Un pequeño test, llevado a cabo por un profesor de matemática en una universidad estatal entre sus estudiantes, revelaba los siguientes resultados: a un cuestionario sobre el caso Galileo, el 15% no era capaz de decir por qué fue condenado Galileo; el 30% no sabía por qué movimiento de la tierra (rotación o traslación) e condenado; algunos creían que Galileo murió en la hoguera, y el 20% que acabó sus días en una prisión de la Inquisición. La mayoría pensaba que la historia no tenía ya interés hoy. Esto permite comprender el alcance del caso Galileo, en el que, al problema estrictamente científico y epistemológico, se añaden muchos otros factores, sin excluir los personales, que hacen de este caso uno de los momentos más apasionantes de la historia de la humanidad, en el que se toca con la mano uno de los problemas centrales del hombre: la relación entre la fe y la razón, entre la Iglesia y la ciencia.
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MUCHAS GRACIAS POR VUESTRO EXCELENTE TRABAJO
miércoles, 23 de marzo de 2011
martes, 22 de marzo de 2011
ORACIÓN DE CUARESMA CON PROFESORES
LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO: MATEO 17,1-9
MONICION DE ENTRADA:
“Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo” (Mt 17,5)
Pedro, Santiago y Juan habían escuchado el anuncio de la pasión y muerte de Jesús y se habían desmoronado. Ahora necesitan un consuelo, una luz, una esperanza. Jesús tiene el detalle de llevarlos al monte para que vean la luz. En tu caminar como cristiano/a, ¿no necesitarás también una presencia alentadora, una experiencia de ánimo para seguir, una alegría que ponga aceite en todas tus heridas?
Hoy te ofrece Jesús un día de gracia. Vete con Él al monte. Contempla su rostro, escucha su voz, deja que te toque con su amor, que te muestre su belleza. Con Él puedes pasar de los cálculos egoístas al amor, de la indiferencia a la fraternidad, de la rutina a la novedad. Escucha la voz del Padre que habla desde la nube. ¡Con qué amor habla de su Hijo! Atrévete a creer que las palabras que dice a Jesús te las dice también a ti: “Tú eres mi hijo/a, mi amado/a, mi pre dilecto/a.
Cada día me mandas al alma tu sonrisa, con tambores y danzas cantaré, para ti, tocaré, Dios mío, desde mi fragilidad te llamaré Padre mío.
CANTO:(02)
“Ayúdame a mirar con amor,
A ver las cosas como Tú las ves,
Ayúdame a mirar con amor,
a descubrirte en el silencio”
HIMNO (a dos coros)
Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.
Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!)
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo.
SALMO RESPONSORIAL
R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.
Canto: (10)
“Crea en mi oh Dios,
Un corazón puro.
Renueva en mí un espíritu recto,
Crea en mi oh Dios,
Un corazón puro,
Renueva en mí un espíritu recto.
Y no me arrojes de tu presencia,
Y no apartes de mí tu Espíritu Santo.
Devuélveme el gozo de tu salvación.
Crea en mi un espíritu recto”.
CÁNTICO: El Dios salvador (a dos coros)
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante El por el amor.
El nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
EVANGELIO
Su rostro resplandecía como el sol
Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
-«Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
-«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: -«Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: -«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Palabra del Señor.
VIDEO Reflexión.
ORACION FINAL
SEÑOR, TU TE HAS TRANSFIGURADO,
HAS ENSEÑADO A TUS DISCÍPULOS
QUE AL FINAL DEL CAMINO NO ES LA MUERTE;
QUE AL FINAL RESUCITARÁS.
YO SÉ QUE EL CAMNIO ES DIFÍCIL,
PERO AL FINAL SERÁ LA FELICIDAD.
COMO LOS DISCÍPULOS EN EL MONTE TABOR,
YO TAMBIÉN OIGO LA VOZ DEL PADRE DIOS
QUE ME INVITA A AMARTE Y ESCUCHARTE.
¡SEÑOR, TU ERES LA VERDAD!
¡SEÑOR, TU ERES EL CAMINO Y LA VIDA!
AYÚDAME A ESTAR SIEMPRE JUNTO A TI. AMÉN.
DESIERTO, LUGAR DE ENCUENTRO CON DIOS.
Estos granos de arena nos hablan:
De la sencillez y la humildad necesarias para aceptarnos a nosotros mismos tal cual somos.
Del valor y la fortaleza necesarias que nos ofrece Dios en esta cuaresma para que se transformen en cimiento sólido.
De la necesidad de contar con el hermano/a que tenemos junto a nosotros, porque por nosotros solos no tiene sentido nuestra vida.
De la grandeza que obra Dios en nosotros demostrando que no hay amor más grande que el de su Hijo Jesús que dio su vida por nosotros.
ARENA DEL DESIERTO, SIGNO DE QUERER CAMINAR A SU ENCUENTRO.
martes, 15 de marzo de 2011
DOMINGO DE RAMOS
Evangelio: Mateo 26, 14-75; 27, 1-54
"Pasión de nuestro Señor Jesucristo"
A. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
B. «¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?»
A. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
B. «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
A. El respondió:
†. «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: “El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa” ».
A. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo:
†. «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme».
A. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno:
B. «¿Acaso soy yo, Señor?»
A. El respondió:
†. «El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido».
A. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
B. «¿Acaso soy yo, Maestro?»
A. Jesús le respondió:
†. «Tú lo has dicho».
A. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
†. «Tomen y coman. Este es mi Cuerpo».
A. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo:
†. «Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
A. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
†. «Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea».
A. Entonces Pedro le replicó:
B. «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré».
A. Jesús le dijo:
†. «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces».
A. Pedro le replicó:
B. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
A. Y lo mismo dijeron todos los discípulos.
Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos:
†. «Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá».
A. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:
†. «Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo».
A. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo:
†. «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
A. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
†. «¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
A. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo:
†. «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
A. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo:
†. «Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar».
A. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal:
B. «Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo».
A. Al instante se acercó a Jesús y le dijo:
B. «¡Buenas noches, Maestro!»
A. Y lo besó. Jesús le dijo:
†. «Amigo, ¿es esto a lo que has venido?»
A. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.
Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús:
†. «Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?»
A. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma:
†. «¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas».
A. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron:
B. «Este dijo: “Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
A. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo:
B. «¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?»
A. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo:
B. «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
A. Jesús le respondió:
†. «Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo».
A. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
B. «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?»
A. Ellos respondieron:
B. «Es reo de muerte».
A. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo:
B. «Adivina quién es el que te ha pegado».
A. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo:
B. «Tú también estabas con Jesús, el galileo».
A. Pero él lo negó ante todos, diciendo:
B. «No sé de qué me estás hablando».
A. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí:
B. «También ése andaba con Jesús, el nazareno».
A. El de nuevo lo negó con juramento:
B. «No conozco a ese hombre».
A. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:
B. «No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata».
A. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: “Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. Y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron.
Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
B. «Pequé, entregando la sangre de un inocente».
A. Ellos dijeron:
B. «¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú».
A. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó.
Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron:
B. «No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre».
A. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy "Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor”.
Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:
B. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
A. Jesús respondió:
†. «Tú lo has dicho».
A. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato:
B. «¿No oyes todo lo que dicen contra ti?»
A. Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los allí reunidos:
B. «¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?»
A. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
B. «No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa».
A. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó:
B. «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?».
A. Ellos respondieron:
B. «A Barrabás».
A. Pilato les dijo:
B. «¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?»
A. Respondieron todos:
B. «Crucifícalo».
A. Pilato preguntó:
B. «Pero, ¿qué mal ha hecho?»
A. Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:
B. «¡Crucifícalo!»
A. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
B. «Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes».
A. Todo el pueblo respondió:
B. «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
A. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
B. «¡Viva el rey de los judíos!»
A. Y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Juntamente con él crucificaron a dos ladrones.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados allí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban por allí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole:
B. «Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz».
A. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo:
B. «Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: “Soy el Hijo de Dios”».
A. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
†«Elí, Elí, ¿ lemá sabactaní?»
A. Que quiere decir:
†. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
A. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
B. «Está llamando a Elías».
A. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron:
B.«Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo».
A. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.
A. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron:
B. «Verdaderamente éste era Hijo de Dios».
A. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron:
B. «Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo: “A los tres días resucitaré”. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, porque esta última impostura sería peor que la primera».
A. Pilato les dijo:
B. «Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran».
A. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron allí la guardia.
"Pasión de nuestro Señor Jesucristo"
A. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
B. «¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?»
A. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
B. «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
A. El respondió:
†. «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: “El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa” ».
A. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo:
†. «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme».
A. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno:
B. «¿Acaso soy yo, Señor?»
A. El respondió:
†. «El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido».
A. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
B. «¿Acaso soy yo, Maestro?»
A. Jesús le respondió:
†. «Tú lo has dicho».
A. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
†. «Tomen y coman. Este es mi Cuerpo».
A. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo:
†. «Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
A. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
†. «Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea».
A. Entonces Pedro le replicó:
B. «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré».
A. Jesús le dijo:
†. «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces».
A. Pedro le replicó:
B. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
A. Y lo mismo dijeron todos los discípulos.
Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos:
†. «Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá».
A. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:
†. «Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo».
A. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo:
†. «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
A. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
†. «¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
A. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo:
†. «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
A. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo:
†. «Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar».
A. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal:
B. «Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo».
A. Al instante se acercó a Jesús y le dijo:
B. «¡Buenas noches, Maestro!»
A. Y lo besó. Jesús le dijo:
†. «Amigo, ¿es esto a lo que has venido?»
A. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.
Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús:
†. «Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?»
A. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma:
†. «¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas».
A. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron:
B. «Este dijo: “Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
A. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo:
B. «¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?»
A. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo:
B. «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
A. Jesús le respondió:
†. «Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo».
A. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
B. «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?»
A. Ellos respondieron:
B. «Es reo de muerte».
A. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo:
B. «Adivina quién es el que te ha pegado».
A. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo:
B. «Tú también estabas con Jesús, el galileo».
A. Pero él lo negó ante todos, diciendo:
B. «No sé de qué me estás hablando».
A. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí:
B. «También ése andaba con Jesús, el nazareno».
A. El de nuevo lo negó con juramento:
B. «No conozco a ese hombre».
A. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:
B. «No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata».
A. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: “Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. Y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron.
Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
B. «Pequé, entregando la sangre de un inocente».
A. Ellos dijeron:
B. «¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú».
A. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó.
Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron:
B. «No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre».
A. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy "Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor”.
Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:
B. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
A. Jesús respondió:
†. «Tú lo has dicho».
A. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato:
B. «¿No oyes todo lo que dicen contra ti?»
A. Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los allí reunidos:
B. «¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?»
A. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
B. «No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa».
A. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó:
B. «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?».
A. Ellos respondieron:
B. «A Barrabás».
A. Pilato les dijo:
B. «¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?»
A. Respondieron todos:
B. «Crucifícalo».
A. Pilato preguntó:
B. «Pero, ¿qué mal ha hecho?»
A. Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:
B. «¡Crucifícalo!»
A. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
B. «Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes».
A. Todo el pueblo respondió:
B. «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
A. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
B. «¡Viva el rey de los judíos!»
A. Y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Juntamente con él crucificaron a dos ladrones.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados allí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban por allí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole:
B. «Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz».
A. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo:
B. «Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: “Soy el Hijo de Dios”».
A. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
†«Elí, Elí, ¿ lemá sabactaní?»
A. Que quiere decir:
†. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
A. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
B. «Está llamando a Elías».
A. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron:
B.«Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo».
A. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.
A. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron:
B. «Verdaderamente éste era Hijo de Dios».
A. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron:
B. «Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo: “A los tres días resucitaré”. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, porque esta última impostura sería peor que la primera».
A. Pilato les dijo:
B. «Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran».
A. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron allí la guardia.
V CUARESMA
Evangelio: Juan 11, 1-45
"Yo soy la resurrección y la vida"
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron decir a Jesús:
«Señor, tu amigo está enfermo».
Al oírlo dijo Jesús:
«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Por eso Jesús, que amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro, al enterarse de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días donde se hallaba. Sólo entonces dice a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección del ultimo día».
Jesús le dice:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó:
«Sí, Señor: creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús, muy conmovido, preguntó:
«¿Dónde lo han enterrado?»
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar y los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba que era una cueva cubierta con una losa.
Dijo Jesús:
«Quiten la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».
Jesús le dijo:
«¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«¡Lázaro, ven afuera!»
Y el muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo:
«Desátenlo y déjenlo andar».
Y muchos judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
"Yo soy la resurrección y la vida"
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron decir a Jesús:
«Señor, tu amigo está enfermo».
Al oírlo dijo Jesús:
«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Por eso Jesús, que amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro, al enterarse de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días donde se hallaba. Sólo entonces dice a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección del ultimo día».
Jesús le dice:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó:
«Sí, Señor: creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús, muy conmovido, preguntó:
«¿Dónde lo han enterrado?»
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar y los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba que era una cueva cubierta con una losa.
Dijo Jesús:
«Quiten la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».
Jesús le dijo:
«¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«¡Lázaro, ven afuera!»
Y el muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo:
«Desátenlo y déjenlo andar».
Y muchos judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
IV CUARESMA
Evangelio: Juan 9, 1.6-9.13-17.34-38
"Fue, se lavó y volvió con vista"
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un ciego de nacimiento. Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé» (que significa “Enviado”).
El fue, se lavó y volvió con vista. Y los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban:
«¿No es ése el que se sentaba a pedir limosna?»
Unos decían:
«Sí, es el mismo».
Otros, en cambio, negaban que se trataba del mismo y decían:
«No es él, sino uno que se le parece».
Pero el ciego decía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, pues en un sábado Jesús hizo lodo con su saliva y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
El les contestó:
«Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
«Este hombre no puede venir de Dios, porque no respeta el sábado».
Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos, y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
El contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«¿ Es que pretendes darnos lecciones a nosotros, tú que estás lleno de pecado desde que naciste?»
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees en el hijo del hombre?»
El ciego preguntó:
«Y quién es, Señor, para que crea en El?»
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: es el que está hablando contigo».
Entonces el hombre dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante Jesús.
"Fue, se lavó y volvió con vista"
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un ciego de nacimiento. Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé» (que significa “Enviado”).
El fue, se lavó y volvió con vista. Y los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban:
«¿No es ése el que se sentaba a pedir limosna?»
Unos decían:
«Sí, es el mismo».
Otros, en cambio, negaban que se trataba del mismo y decían:
«No es él, sino uno que se le parece».
Pero el ciego decía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, pues en un sábado Jesús hizo lodo con su saliva y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
El les contestó:
«Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
«Este hombre no puede venir de Dios, porque no respeta el sábado».
Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos, y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
El contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«¿ Es que pretendes darnos lecciones a nosotros, tú que estás lleno de pecado desde que naciste?»
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees en el hijo del hombre?»
El ciego preguntó:
«Y quién es, Señor, para que crea en El?»
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: es el que está hablando contigo».
Entonces el hombre dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante Jesús.
III CUARESMA
Evangelio: Juan 2, 5-42
"Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna"
En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era cerca de mediodía.
Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dijo:
«Dame de beber». (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida).
La samaritana le contestó:
«¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?»
(porque los judíos no se trababan con los samaritanos).
Jesús le dijo:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva».
La mujer le respondió:
«Señor, si no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Eres Tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo del que bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dijo:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
Jesús le dijo:
«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».
La mujer le dijo:
«Sé que va a venir el Mesías, Cristo; cuando venga Él nos lo explicará todo»
Jesús le dijo:
«Soy yo, el que habla contigo».
Cuando los samaritanos llegaron a verlo, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo».
"Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna"
En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era cerca de mediodía.
Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dijo:
«Dame de beber». (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida).
La samaritana le contestó:
«¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?»
(porque los judíos no se trababan con los samaritanos).
Jesús le dijo:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva».
La mujer le respondió:
«Señor, si no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Eres Tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo del que bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dijo:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
Jesús le dijo:
«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».
La mujer le dijo:
«Sé que va a venir el Mesías, Cristo; cuando venga Él nos lo explicará todo»
Jesús le dijo:
«Soy yo, el que habla contigo».
Cuando los samaritanos llegaron a verlo, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su palabra, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo».
II CUARESMA
Evangelio: Mateo 17, 1-9
"Su rostro resplandeció como el sol"
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y su hermano Juan, y se los llevó aparte a una montaña alta. Allí se transfiguró en su presencia y su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Entonces Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es estar aquí! Si quieres, haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien me complazco; escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron en tierra, llenos de gran temor. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: «Levántense, no teman».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».
"Su rostro resplandeció como el sol"
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y su hermano Juan, y se los llevó aparte a una montaña alta. Allí se transfiguró en su presencia y su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Entonces Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es estar aquí! Si quieres, haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien me complazco; escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron en tierra, llenos de gran temor. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: «Levántense, no teman».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».
II CUARESMA on Prezi
VIDEO DE PRESENTACION SOBRE LA CUARESMA
Preparemos nuestra vida, en este tiempo tan especial de Cuaresma, intentemos acercarnos más a Jesús en la oración, más a los hermanos en la caridad y más a nosotros mismos en el ayuno.
I CUARESMA
Evangelio: Mateo 4,1-11
"Jesús ayuna cuarenta días y es tentado"
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.""
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios.""
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.""
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
"Jesús ayuna cuarenta días y es tentado"
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.""
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios.""
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.""
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
miércoles, 2 de marzo de 2011
¿Qué es lo bueno?Teorías éticas y Derechos Humanos.
Realizar una presentación que contenga los siguientes puntos:
1 - Un mapa mental sobre las distintas teorías éticas donde aparezcan sus fundadores y sus principales características. Antes divididas en sus dos clases.
2 - Elegir una de ellas e investigarla a fondo para defenderla en el grupo grande y exponerla. No olvides diferenciarla de las demás y por qué la considero la mejor.
3 - Ética universal común, los Derechos Humanos.
Te puedes apoyar en los siguientes puntos para clarificar los contenidos.
Contesta a las siguientes cuestiones.
a) Define qué es una teoría ética.
b) Si alguien no puede justificar racionalmente su conducta, sino que actúa según lo que cree, ¿se le puede considerar moral?
4 - Buscar el significado de los siguientes términos: inalienable, inherente y dignidad.
a)Localizar la publicación de D.U.D.H. y responder a las siguientes cuestiones: ¿Cuándo se publicaron?. ¿Cuántos artículos encontramos en la Declaración? ¿Quién la aprobó?
b)Clasificación de los artículos de la D.U.D.H. según corresponda en; acceso a los bienes materiales y educativos, libertad, igualdad, seguridad y paz.
c)Buscar el símbolo de la ONU y el significado de los distintos elementos que lo componen.
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